martes, 7 de febrero de 2012

Presenciando la escena

Buenos días, queridos y queridas amigas de Hablaralto.
Este es la nota primera del año dosmil doce.
Bien, me ha encontrado, como muchas veces, escuchando la treinta y seis. En esta ocasión, están reproduciendo un documento sonoro de Fidel, en estos días.
Bueno, no es que yo sea partidario ni deje de serlo. No soy ferviente de la treinta y seis. Pero sí me gusta estar informado. Además de aquello, de que me gusta la radio, en sí. Pero no los programas que no dicen nada.

Así también, en estos tiempos, conviene estar mínimamente informado. De si hoy, por ejemplo, nos vamos pareciendo un poquito más que ayer a nuestros vecinos del sur. Eso no está mal del todo, hombre. Ojalá tomáramos algún otro modelo, aparte de criticar las ablaciones, que es lo lógico. Pero hay mucho que analizar, en todos los contextos. En todas las sociedades. La nuestra, creo, puede ser llamada, entre otras, la sociedad del hambre. Del hambre de vida. De la desesperación. Pero también hay que hacer caso de hombres ilustres, notables, como Nabokov, o como Jovellanos, para tomarle de nuevo el pulso a la vida. Y aprender a hablar alto, por una vez. Y de una vez.
No obstante, ayer he podido ver un capítulo de un programa de los años setenta, ochenta, en la televisión francesa: Apostrophes. En el mismo, justamente era el mismo Vladimir Nabokov, el entrevistado. Era una rueda de entrevistador y entrevistado, cercados por un público escogido y selecto, de entre el círculo. Así he podido conocer la figura, vaga, de Nabokov. Ahora, en este documento que escucho sobre Fidel, también puedo conocer su figura, a través de una voz cubana, femenina, que lee: como Benito Juárez, y José Martí, echó su suerte con los pobres de la tierra, dice la muchacha.
Y decía Vladimmir Nabokov, que había escritores de los que detestaba hasta sus puntos suspensivos. Y también, que la palabra es la herramienta única del escritor. Infaltable.
Ahora, a  través de la treinta  y seis, conozco la canción ¨A galopar¨, que canta Paco Ibáñez, en versos de Rafael Alberti.
Y es curioso, porque decían que aquel maestro mío, de Historia, era comunista. Sin embargo, nunca nos enseñó nada de esto. Ni siquiera, mencionarlo. Claro: la escuela no es el mejor lugar para estas cosas.
Así es que, en estos últimos tiempos, estoy conociendo muchas figuras, y personas, representativas de un tiempo, de una tendencia. Y, al mismo tiempo, conozco otras posturas, como las de Jovellanos. Entonces, podemos decir también que, a pesar de todo, la vida sigue. Y a pesar de que hay personas que no quieren reconocerlo, y que han intentado crear un afiche, las personas están ahí, las presencias no son únicamente televisivas, radiofónicas, ideales, mitológicas. Estamos aquí, Fidel y yo. E incluso Jovellanos. Creo que Paco Ibáñez vive, no ya Rafael Alberti. Lo que sí está claro, es que dos mundos se entrecruzan, siempre. Y quienes  no pertenecemos a ninguno de los dos, al margen, presenciando la escena.